jueves, 29 de marzo de 2007

Crítica literaria

Crítica de la obra: “Camino del cielo" ("Himmelweg") del dramaturgo español Juan Mayorga. Teatro San Martín, sala Casacuberta


Podríamos hacer un paralelo de la obra dirigida por Jorge Eines, "Camino del cielo", con la película realizada por Roberto Begnini, “La vida es bella”. En ésta, el actor (R. B.) trata de desvirtuar la crueldad dentro de un campo de concentración, para evitar el sufrimiento de su hijo. En cambio aquí, el comandante nazi, (Víctor Laplace), ofrece un espectro de metáforas y bellas citas sobre el nefasto paisaje de los crematorios, para así salvar su dignidad camuflando la vida real, la cual maneja a su antojo delante del delegado de la Cruz Roja y de todos.
El mundo de las mentiras suele ser un anexo de otros mundos que nos van fagocitando bajo esa misma vorágine hasta acorralarnos y eclipsarnos la memoria. Entonces la vida pierde su valor intrínseco para depender sólo de lo que nunca hemos sido. Sin embargo para que la mentira esbozada sea veraz, se necesita de una parte que mienta y otra que legitime tal error. Por ello, la distorsión de la realidad que el comandante magnifica, (la cual podría haber sido creada también por medio de la culpa para rescatar su propia vida o para salvar esos últimos vestigios de alma que aún habitan en él), es aceptada sin cuestionamientos por el delegado de la Cruz Roja (Horacio Roca). ¿Pero cómo justifica el comandante esos asesinatos en los campos de concentración desde su sensibilidad de poeta? ¿Y cómo el delegado de la Cruz Roja, aún sigue tratando de evadirse de esa misma culpa sin haber actuado? Tal aceptación de la mentira, podríamos atribuirla a la cobardía de no constatar la verdad; a una neta complicidad siniestra, o quizás, a esa facilidad con la que se suele aceptar la manipulación del otro, como condimento de la mediocridad humana.
Todos y cada uno de los personajes y objetos sobre el escenario no están librados al asar, si no más bien, constituyen una metáfora de la metáfora.
Las reiteradas confusiones del comandante acerca del nombre de pila del falso "Alcalde", Gerard, en vez de Gershom Gottfried, (Ricardo Merkin); ese cinismo con el que él mismo se manifiesta sobre la raza y el humor judío; la magnitud artística implícita en frases y palabras de lo que no fue; aquella niña, (Natalia Señorales), con su vestido empapado dentro del agua y el miedo rondándole la vida; los rasgos de locura y temor del vendedor de globos con su acordeón abierta en un sonido agridulce y doloroso; los otros chicos jugando con su trompo y la extorsión de una sexualidad latente; la pareja que se reitera en el diálogo para afirmar sus dos únicas seguridades: el desencuentro del encuentro y el fantasma de la muerte; ese lavado de cerebro, que como en una cadena de jerarquías va desde el comandante al pseudo alcalde, y desde allí a los prisioneros; la pequeña y sórdida plaza que se ha ido poblando de esa misma gente convertida en otra, semblanteando su cercano futuro en ese idéntico humo gris rodeado de sombras, donde sus familiares y amigos han desaparecido; la ropa de los que ya no están hecha una pila sobre el suelo y esos muñecos que los mismos actores montan y desmontan para ocupar distintos lugares en escena; la desolación del viejo apático y desnutrido; y la magia de la música (Baraj), junto a esa voz humana y femenina superpuesta al clarinete, la cual se va ensamblando desde un principio con todos los personajes, pero en el transcurso de la obra se funde como un fino lamento de los Dioses apoyada por la ductilidad artística del oficial Nazi, quien también tararea con suma entonación esos trágicos compases cíclicos hasta lograr una estridencia armoniosa y no, librada a la suerte de su “locura”; hacen aún más superlativo el grado de sufrimiento y desesperación de esa muestra del pueblo Judío. También surgen la escenografía y el vestuario muy acordes en cada detalle, ( Jorge Ferrari), bajo la mirada siempre presente del asistente de dirección, (Bernardo Cappa). A lo lejos, la exactitud de los trenes es un anunciador del tiempo, custodiada por la tutela del comandante, quien ha pasado de su culta biblioteca al delirio de idear otras vidas ficticias, ya casi sin control.
El que ve, y el que no ve; el que mira y el que no quiere o puede mirar; el que se nutre de la mentira y obligatoriamente la transmite; el que jamás podrá volver a observar esa misma plaza con los mismos ojos; el que no se arrepiente pero sufre; el que se burla de su propia liviandad y la propaga; el que sí se arrepiente y no le importa; el que narra; el que es narrado; el que padece y el que no lo hace, se entrelazan en éste laberinto de pequeñas obras paralelas y complementarias dentro de la gran obra, para deslumbrar al espectador.
Dura; rara; distinta; armoniosa; fétida; cínica; suave; inteligente; poética; ácida; siniestra; morbosa; nítida y turbia a la vez, son los distintos calificativos que me nacen para describirla; los mismos que sus excelentes intérpretes hicieron hoy vibrar dentro de mí. Ana Cecilia del Río.


Varios

Todo ha muerto...

Todo ha muerto. La casa de la esquina; aquel poste arqueado que enarbola su tristeza sobre la humanidad del muro; la mesa de roble descansando en el altillo; el asombro de tus ojos...
Afuera, la blancura de las bolsas desperezan sus cuerpos multiformes como un presagio de antiguas calaveras, mientras esa soledad latente de las calles se pierde junto a las letras de tu nombre. Todo muere bajo un coro de nubes que augura la tormenta; del ciclista pálido que pedalea por inercia; de tu pulcro vestido de domingo o la inocencia de unos pies descalzos.
Ahora todo se ha convertido en un cíclico otoño; las pisadas grises de los transeúntes; los tilos gimiendo en las aceras; el respaldo tieso de alguna silla hamaca. Muere la mañana abrazada a los canteros como un preámbulo hacia el olvido de tu risa; la frescura de la hierba albergando esos te quiero postergados; cualquier atisbo de hermosura dentro de esta espiral del tiempo...


Sin palabras...


Atónita, vuelvo a observar los destrozos, amenazas, disparos, agresiones y heridas de siempre de estos mal llamados "compañeros peronistas". Y el círculo nuevamente se cierra sobre esas mismas personas que prefieren la brutalidad al raciocinio; el caos a la justicia; la mediocridad al respeto; para seguir manteniendo la barbarie junto a la impunidad. Pero todos no somos iguales; no compartimos ese dejar de ser como personas; la sangre derramada sin sentido. Tampoco comulgamos con el desprecio por la vida; el deterioro de los bienes edilicios, bastardeando esa "lealtad" que no supieron ni pudieron mantener. Son gente del propio partido; los mismos que dicen amar y venerar al "General"; hombres y mujeres enarbolando las banderas de su "líder".
¿Y entonces el gobierno dónde estaba? ¿Sobrevolando esa maraña de cuerpos humanos entrelazados por el odio y el egoísmo? ¿Observando en la distancia el momento exacto en que darían marcha atrás a su eterno discurso?
Custodiados por una legendaria CGT que todavía no ha podido iluminar el camino correcto, los restos del General, ayer volvieron a ascender a ese otro "mundo mejor"; el que imagino nunca llegaremos a ver, al menos en esta vida..., Ana Cecilia del Río, escritora de Bahía Blanca.


Educación desde el hogar

Vivir inmersos en un mundo donde la mayoría de la gente carece de educación es algo demasiado peligroso. Máxime cuando su definición nos dice que es "el desarrollo o perfeccionamiento de las facultades intelectuales y morales del niño o del joven por medio de preceptos, ejercicios, ejemplos, etc., educando la inteligencia y la voluntad". Y no hablo sólo de colegios, en los cuales se debe enseñar, informar, instruir; sino del grupo familiar. El seno de la persona es la familia. Por ello, no recibir esa "ración" diaria tanto de alimentos como de las "reglas básicas de urbanidad, convivencia y cortesía" es, en sí, un delito inmenso. Sin dudas, la palabra "educar", implícitamente, no abarca tal culpa, pero sí la engendra y ocasiona, al privarle la libertad de "ser" como "persona". Parafraseando a J. J. Rousseau, deberíamos enseñar a adquirir, estimar y valorar la ciencia, amando la verdad por encima de todo. El no estar preparado facilita, por ejemplo, la tarea de los gobernantes de turno a seguir manipulando con o sin discreción a aquellas mentes precarias que no poseen la capacidad de discernir entre una cosa u otra. Tal como escribió Ellwood Cubberly en 1919: "Sólo un sistema de escuelas controladas por el gobierno puede ser libre de enseñar aquello que pueda demandar el bienestar del Estado". Y con esto también estoy hablando de respeto, de dignidad, de esfuerzo personal, de superación de metas físicas y mentales, de un trabajo digno, de poder criticar con fundamentos concretos y reales, de ser solidarios, entre tantas otras cosas. El caos es sólo un artífice para engendrar más caos. Las cosas no se gestan porque sí; se van construyendo sobre esas mismas bases mal estructuradas que, en un futuro no lejano, cederán ante cualquier tipo de imprevisto, hasta derrumbarlo todo. Gracias a la educación desde el hogar, podemos guiar, contener, insuflar, rescatar, premiar o no a una generación futura sobre los tantos flagelos que hoy conviven en esta sociedad. Entonces, no dejemos que nos quiten el privilegio de pensar, de elegir, de concretar los sueños o dirigir nuestras vidas, ya que es lo único que nos alejará de ser sólo un individuo de la especie humana, para configurar nuestra propia identidad como "persona".
Ana Cecilia del Río - Bahía Blanca
http://www.lanueva.com.ar/06/10/13/6ad056.sht


Exilio...
Estás en la nostalgia de saberte extraño. Exiliado de amor, te has hecho lejano y taciturno. El hastío ruge enjaulado en tus entrañas; vuela la piel enlutando los aires de una nueva herida; golondrina de sueños; la noche es una yaga abierta que vela nuevas almas.Ana Cecilia. ©

Negro de soles
Todo calla. La soledad es un espacio de ausencia que agoniza bajo el misterio de las almas. Afuera, la ciudad conspira azulada de estrellas tejiendo antiguos resabios, mientras la noche se agazapa tras el espejo del tiempo...
-----@-----Me esfumo. El silencio se hunde en ese estanque de tu ausencia como un fantasma del miedo, mientras la tierra aprisiona el cortejo de huellas que labra el olvido-----@-----Ahora todo se disipa en un cantar de labios. Mi boca aprisiona tu boca bajo esa esfera del tiempo que se redime en besos. Entonces naufragas el tormento divino de saberte mío; resucitas; me acallas con una lengua de estaño que navega entrañas, indivisa marea de aquietadas aguas...Ana Cecilia del Río - Bahía Blanca.


Melancolía.

Salva la voz de tus plegarias esta oscura imperfección de los silencios que no vuelve hecha palabra, mientras ese eterno desconsuelo de miradas sólo es un peregrinar de antiguas almas.
Ana Cecilia.